EL TRABAJO MUSICAL DESDE EL RECONOCIMIENTO DE LA MENTE INFANTIL
Andrea Isabel Grajales Yepez
En publicaciones anteriores hemos hablado de la primera etapa del desarrollo: sensoriomotriz; ahora continuamos con un enfoque en la etapa preoperacional, específicamente a partir de los 4 años; conoceremos aspectos del desarrollo cognitivo que se deben tomar en cuenta en la práctica del trabajo musical en niños y niñas de estas edades.
La mente infantil
Durante esta etapa la imaginación es un aspecto que predomina y se puede reflejar en un concepto que comienza a la edad de 4 años: el animismo infantil, que según Piaget (1991) “es la tendencia a concebir las cosas como si estuvieran vivas y dotadas de intenciones.” Y que al final, también es un reflejo del pensamiento egocéntrico de los niños y niñas, como, por ejemplo: pensar que la luna les sigue (porque creen que es algo vivo y le asignan una intención); todo sigue sucediendo para/con él o ella. Con el trabajo musical podemos acercarlos a mundos que pueden o no ser posibles, pero siempre resaltando lo real y procurando reducir los escenarios que les causan conflictos o miedos.
La etapa del “¿por qué?”
Como su lenguaje está más desarrollado, su modo de exploración y conocimiento del mundo ya no se limita a lo sensorial, sino que también su mente comienza a preguntarse “¿por qué?” y cuestiona todo aquello que llame su atención. Es aquí donde podemos estimular su lenguaje y curiosidad dejando que construyan una respuesta y compartiéndoles la nuestra, ellos y ellas pueden entender las explicaciones que les demos siempre y cuando sean muy claras y concretas.
Es necesario mencionar que aún las niñas y niños no tienen una distinción de opiniones, por la naturaleza de su pensamiento egocéntrico podrían creer que solo su visión es correcta, así que hay que abrir sus posibilidades e ir introduciendo la tolerancia a la opinión de los demás que también pueden ser válidas.
El trabajo musical con el pensamiento infantil
“Lo esencial será lograr que el niño, a través de la música, pueda expresar con una libertad y una intensidad cada vez mayores, toda la diversidad y riqueza de su mundo interior. Dicha meta sólo podrá alcanzarse mediante un enfoque psicológico, basado en la observación y el conocimiento profundo del niño pequeño.” (Gainza, 2013)
¿Por qué es importante conocer de qué manera piensa un niño o niña?
Conocer a las niñas y niños, implica saber de qué manera construyen su aprendizaje, piensan, responden, juegan, comprender sus posibilidades corporales y mentales… Si entendemos que ellos y ellas tienen aún un pensamiento egocentrista, los objetivos de los juegos y actividades serán progresivos superando esta etapa y encaminados a la socialización. Poco a poco podrán validar que existen más realidades e ideas que las suyas y que el universo existe por sí mismo, llevarlos a otro tipo de pensamiento.
Teniendo un diagnóstico que también parte de la observación, se planean las actividades musicales que se convierten en vivencias que contribuyen a su crecimiento y que están ligadas a conceptos de la música.
El juego como recurso indispensable en la formación musical
A partir de los dos años, el juego simbólico predomina, pero es a la edad de cuatro años cuando el juego se vuelve más complejo, integran otros personajes y acciones más específicas como jugar a ser veterinario, bombera, policía, etc… donde el diálogo es más extenso y las niñas y niños adoptan roles. Pasan de jugar de manera individual a integrarse con otros, se vuelve un juego compartido.
El desarrollo musical que puede tener un niño o niña en ese momento de su vida, debe ser a través del juego, el canto y el movimiento; aunque tiene mucho que ver el contexto y el ambiente en el que crecen las y los infantes, lo ideal es que el comienzo a un instrumento sea unos años después o ya que se hayan desarrollado habilidades como: la atención, seguimiento de instrucciones, mayor crecimiento en su motricidad fina y gruesa, comprensión corporalmente del pulso, coordinación… y es durante las clases de estimulación musical o música y movimiento que se refuerzan estas necesidades. Además, la idea del aprendizaje musical a través del movimiento, el canto y uso del cuerpo no debe descartarse, aunque ya estén tocando un instrumento.
“…El juego, es una actividad que refleja lo que las niñas y los niños saben y pueden hacer, permitiéndoles aplicar aquellas habilidades que ya dominan y practicar las que aún están en proceso de desarrollar.” (Fasquelle, Angulo, & Figueroa) Es una ventana para permitir la creación y descubrimiento, por ejemplo, es común que mientras tocan un instrumento de percusión como los tambores, se queden con una mano percutiendo y la otra sintiendo la vibración o el rebote resultado del golpe y de aquí que ellos le pregunten a la o el docente “¿Por qué si dejo mi mano aquí se mueve cuando la otra toca?”. También sucede que quieran compartirle a las y los demás su experiencia, dando indicaciones como “pon tu mano aquí, mira”, podrán no explicar de una manera verbal lo que sucede, pero comienzan a pensar en que hay una acción-reacción y que además otros u otras también podrían sentir lo que él o ella.
Motivar a la creación de escenarios tal y como lo hace el juego con los cuentos cantados, las rimas, la música en general además de contribuir a la imitación de melodías, el pulso y la atención, también propician la imaginación: como caminar (a un ritmo constante) y cantar mientras pensamos que estamos de un bosque y se escuchan los sonidos de las aves, y que en el momento en que silben brincamos, aplaudimos o realizamos cualquier acción motriz.
“En el aprendizaje musical, las clases se centran en la triple relación conformada por el docente, los niños y los objetos. La interacción con los objetos convoca al pensamiento concreto y facilita el encuentro con la música como vehículo de expresión. El entorno ambiental es el campo de juego, continente de la acción.” (Riaño, 2013) Puede suceder que durante el juego o la exploración de los instrumentos algunos o algunas niñas les señalen a otros “así no se hace”, y es aquí donde debemos hablar con ambas o ambos y explicar que sí, algunos instrumentos tienen una manera “definida” de tocarlos, pero nadie debería impedir explorar otras sonoridades y posibilidades con el instrumento (siempre y cuando esto no provoque daños en quien está probando).
Regulación de conductas
También por medio de la educación musical podemos establecer límites de conductas, controlar los impulsos pero siempre estableciendo el “por qué” de estas regulaciones, por ejemplo, si mientras estamos realizando actividades con campanas, triángulos o tocando con instrumentos metálicos y vemos que alguien lo avienta por cualquier razón, inmediatamente dirigirnos y aclarar que esas acciones pueden lastimar a alguien o a uno mismo, incluso preguntarles “¿Sabes qué pasaría si te llegara a caer?”, pensarán en ellos y asimilarán las consecuencias más rápido, después volver a preguntar “¿Y si le cae a alguien más?”, relacionando el mismo caso pero viendo qué pasaría con el otro u otra. Todas estas regulaciones deben partir del respeto, la paciencia y sobre todo la constancia.
Debemos estar atentos o atentas a las conductas y expresiones que tienen las y los niños, eso nos permite reconocer qué aspectos de cualquier área (motriz, social, emocional…) hay que reforzar, regular o disminuir.
Las y los niños que inician una formación musical enfocada en los aspectos que hemos mencionado anteriormente, con el tiempo son capaces de percibir estímulos sonoros (cualquier sonido o la música) y reconocer melodías, reconocer el silencio, cantar por imitación, percutir ritmos sencillos, explorar la sonoridad de los instrumentos sin ponerse o poner a alguien más en riesgo, hacer música en conjunto, manejar intensidades contrarias como fuerte y suave o cambios de velocidad como rápido y lento, aumentar su capacidad de atención… habilidades que se desarrollaron gracias al planteamiento de ejercicios y juegos musicales adecuados con sus destrezas motrices y mentales que también fueron potencializadas.
Bibliografía
Abad, J., & Velasco, Á. R. (2011). El juego simbólico. Barcelona: Graó.
Díaz, M. D. (2007). La importancia del juego en el desarrollo psicológico infantil. Psicología educativa, 133-149.
Fasquelle, R. P., Angulo, R. M., & Figueroa, M. Á. (s.f.). El desarrollo y el aprendizaje infantil, y su observación: compendio de lecturas de información básica para educadoras. México: Puentes para crecer. Obtenido de http://www.psicologia.unam.mx/documentos/pdf/publicaciones/Desarrollo_y_aprendizaje_infantil_y_su_observacion_Pastor_Nashiki_y_Perez.pdf
Gainza, V. H. (2013). La iniciación musical del niño. Melos.
Núñez, J. C., Hernández, A. P., & Núñez, P. R. (2002). El niño entre cuatro y cinco años: características de su desarrollo socioemocional, psicomotriz y cognitivo-linguistico. Revista Educación, 26(1), 169-182. Obtenido de https://www.redalyc.org/pdf/440/44026114.pdf
Piaget, J. (1991). Seis estudios de psicología. Barcelona: Editorial Labor.
Riaño, M. E. (2013). Fundamentos musicales y didácticos en educación infantil (2a. ed.). Santander, Spain: Editorial de la Universidad de Cantabria. Recuperado de https://elibro.net/es/ereader/bibliotecauv/53375?page=22.